Compraron tres pantallas interactivas para que sus alumnos de la secundaria 23 se interesen por la tecnología Fuente: LA NACION – Crédito: Silvana Colombo
Cuando la vocación por enseñar es fuerte suceden cosas como las que desde hace un tiempo ocurren en la escuela pública secundaria N° 23 de San Miguel, en el barrio Mitre. Inserta en una comunidad donde los recursos económicos no abundan y el contexto social y familiar no es del todo favorable, la institución y sus docentes recurren a lo que está a su alcance para incentivar al alumnado.
El año pasado, y gracias al esfuerzo de un grupo de «profesores locos», como se autodenominan entre risas, la escuela compró tres pantallas interactivas para intentar integrar a los jóvenes en un mundo cada vez más informatizado y generar su interés por la educación desde la tecnología. La adquisición de las pizarras y los cañones de proyección fue posible por el esfuerzo de los maestros que donaron parte de sus ingresos para el proyecto.
«Nos encontrábamos con chicos desinteresados por lo que pasaba en el aula. Es difícil atraparlos. Y cuando nos preguntamos cómo integrarlos a la escuela pensamos en la tecnología como una salida», decía Marcela Stagno, directora de la escuela, mientras señalaba su teléfono celular y recalcaba: «Las pantallas es lo que llama la atención». Y así nació la idea de instalar estos pizarrones interactivos.
Alcanzaron a comprar tres de esas pantallas, una para cada curso superior. Y lo lograron con el aporte económico de un grupo de profesores que, desde hace algunos años, donan parte de los ingresos por participar de unos programas educativos que llevan adelante los sábados en la escuela. Al principio, ese espacio estaba destinado a los estudiantes «que se portaban mal», pero se transformó en una «excusa» para continuar educando a los adolescentes y sacarlos de la calle, explicaba la directora.
A través del programa Centro de Actividades Juveniles (CAJ), financiado por el Ministerio de Educación bonaerense, se busca integrar a los alumnos en actividades educativas complementarias y desarrollar proyectos que promueven el aprendizaje. La escuela N° 23 decidió hace tiempo participar de los programas Modelo de Naciones Unidas (ONU) y para ello realizan talleres cada sábado. El aporte económico de los docentes se remonta a ese momento, ya que la inscripción a cada actividad tiene su costo y los chicos deben alimentarse y transportarse.
«Esos modelos simulan un encuentro entre representantes de distintos países como si fuera un encuentro de la ONU y enseña a los chicos a resolver los conflictos por medio del diálogo como única herramienta», explicaba Stagno. La violencia verbal es un problema entre los alumnos que no pasa inadvertida para la comunidad.
Los estudiantes estudian la geografía, la historia y la ideología del país que representan, ya sea en modelos regionales, como cuando participaron de un evento con otras escuelas de San Miguel, como en nacionales.
En 2014, fue el turno de un encuentro internacional en Punta Cana. Los argentinos eran los de la secundaria N° 23. Gracias al ahorro del dinero del programa que les correspondía a los profesores se pudo hacer el viaje. «Sé que no tienen el dinero, por eso lo dono para que los chicos viajen», decían uno a uno los docentes a medida que se acercaban a firmar el recibo por el dinero. Entonces, por el programa CAJ anual la escuela había percibido, para repartir entre los maestros a cargo, unos $28.000.
Parte de los nuevos ahorros tenía como destino un viaje a otro modelo internacional de Naciones Unidas, pero la compra de las pantallas revestía de mayor necesidad. En agosto de 2017 se compró la primera de ellas con todo el software y hardware incluido.
Juan Carlos Arsenio, profesor de Lengua y Literatura, recurrió a esa pantalla días atrás para hablar sobre mitología. «Les explicaba sobre Edipo Rey y las imágenes proyectadas llamaban la atención. Provocaba la participación de los chicos, su interés», contó, entusiasmado.